martes, 4 de junio de 2013

Madre, madera.

En últimos días he trabajado con madera. Tomé un viejo mueble de casa de mis papás; de aquellos que van a dar al cuarto del terremoto, porque era mío cuando niño y ya nadie usa. Me trajo mil recuerdos y quise conservarlo. Pero como no era hace treinta años sólo un mueble sino: barco, escondite, casa de campaña, y hasta montaña por escalar; me di a la tarea de restaurarlo por mí mismo. Debo confesar que para todas esas cosas que tienen que ver con herramientas soy ambisiniestro. Pero con todo y eso pregunté como podía hacerlo y he descubierto que hay cierta belleza en trabajar con este material: es noble, obedece, cambia, muestra su naturaleza y te adopta colores y formas desde las más simples hasta las más caprichosas. Por algo la palabra madera está relacionada con la materia y es la unión de los cuatro elementos: fuego: se alimenta de luz solar; tierra: de ahí que las raíces busquen las profundidades; aire: que los vegetales usan como combustible para la vida; y agua: sin este elemento se ha demostrado que no hay vida posible. En fin, que trabajar con madera me ha recordado mis raíces más antiguas, las que me vinculan con la existencia y los elementos; y se pierden en los tiempos más antiguos, cuando el hombre para sobrevivir comenzó a modificar el medio.

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